DIÁLOGO VIVO CON SAN PABLO (31).

Por Silvio Pereira.

31. ¿Está dividido Cristo?

Les conjuro, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, a que tengan todos un mismo hablar, y no haya entre ustedes divisiones; antes bien, estén unidos en una misma mentalidad y un mismo juicio. Porque, hermanos míos, estoy informado de ustedes, por los de Cloe, que existen discordias entre ustedes. Me refiero a que cada uno de ustedes dice: «Yo soy de Pablo», «Yo de Apolo», «Yo de Cefas», «Yo de Cristo». ¿Está dividido Cristo? ¿Acaso fue Pablo crucificado por ustedes? ¿O han sido bautizados en el nombre de Pablo? 1 Cor 1,10-13.

Queridísimo hermano San Pablo, al comienzo de esta carta tras tu saludo, nos acercas una problemática siempre vigente ―lamentablemente― en el seno de la Iglesia: las divisiones. Les conjuro por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, nos dices. Pues claramente es Cristo la norma y canon de la vida cristiana. La ley viva o espíritu del seguimiento discipular es estar siempre convirtiéndonos y configurándonos a Él, nuestro único Señor.

¡Que Cristo reine entre ustedes!, pareces sugerirnos. ¿Pues a qué nos conjuras? Tengan todos un mismo hablar, y no haya entre ustedes divisiones; antes bien, estén unidos en una misma mentalidad y un mismo juicio. ¿Qué misma mentalidad? La de Jesucristo. ¿Qué mismo juicio? El del Evangelio que se nos ha revelado para la Salvación y en el cual hemos creído. Por tanto sin dudas apartarse de Cristo es origen de divisiones en la Iglesia. Cuando la mente de Cristo es menguada por favorecer la mentalidad mundana, su Cuerpo se fractura internamente. Cuando la Palabra de Cristo es olvidada, censurada o no receptada íntegramente para acomodarnos por ejemplo al espíritu de la época, el Cuerpo se tensiona y las divergencias hacen crujir todo el edificio. Nunca el diálogo con el mundo debe hacerse a costa de Cristo sino hacia Él, para que todos le conozcan, amen y den gloria. Nunca la atención al espíritu de una época debe hacernos olvidar a Jesucristo, el mismo ayer, que hoy y para siempre, cuya Sabiduría ilumina todos los tiempos y nos conduce a la plenitud eterna.

Pero estimado Apóstol, tú nos informas de unas divisiones muy puntuales: los partidismos. Me refiero a que cada uno de ustedes dice: «Yo soy de Pablo», «Yo de Apolo», «Yo de Cefas», «Yo de Cristo». ¿Está dividido Cristo? ¿Acaso fue Pablo crucificado por ustedes? ¿O han sido bautizados en el nombre de Pablo? Todos los mencionados son ministros de la Iglesia, evangelizadores y apóstoles. ¿Acaso alguno de ellos con sus actitudes ha generado un seguimiento a su persona y no a la de Cristo? En este caso creemos que no, ya que nos consta su santidad. Y sin embargo, ¡cuántas veces los que tenemos el oficio de ser pastores sembramos personalismos, el falso culto a nosotros mismos y nos ubicamos en el centro de las miradas bajo los reflectores de la fama y la popularidad, en lugar de señalar y orientar siempre hacia Cristo! ¿Acaso somos nosotros los salvadores? ¿Acaso han sido redimidos a causa de nuestro sacrificio? Es necesario que yo disminuya para que Él crezca, nos diría Juan ―el Bautista― como criterio fundamental de nuestro ministerio.

Pero también puede suceder que la causa de la división se halle en las malas e inmaduras interpretaciones del Pueblo de Dios en camino. Porque muchas veces, aún faltos de purificación y con mentalidad aún mundana, participamos de la Iglesia con espíritu errado: con emocionalismo subjetivo, casi con el fanatismo deportivo de la hinchada, con criterios políticos de poder y encumbramiento generando entornos enrarecidos y otras desviaciones. Pero yo me pregunto entonces: ¿a quién estamos buscando? No a Cristo, en el fondo nos estamos buscando a nosotros mismos y aliándonos a los que son de los nuestros.

Mi experiencia pastoral me inclina a detectar dos problemáticas permanentes y muy actuales bajo el rótulo de partidismos. Una la trataremos ampliamente de seguro en otro momento: la diversidad de carismas y la unidad en la Iglesia. Porque el dinamismo carismático siempre tiende a sectarizarse. Cada carisma, por convencimiento y pasión, tiene la tentación de cerrarse en sí, querer imponerse al resto como el mejor de todos y volverse pues totalitario. La institucionalidad eclesial y la autoridad competente sufren a la vez la tentación de uniformarlo todo, limitando o diluyendo las particularidades carismáticas, con cierto autoritarismo racionalista. Aquel slogan de la unidad en la diversidad me parece un auténtico milagro del Espíritu Santo. Solo Dios puede reunirnos en la caridad desde la multiplicidad de historias personales y carismas espirituales. ¡Que lo siga haciendo en la Iglesia pues a nosotros la tarea nos sobrepasa y sin Él poco podemos!

La otra problemática, creo está atravesada con el paradigma de abordaje que se intenta desarrollar para vincular a la Iglesia con el mundo, la historia y la cultura. Aquí entonces surgen los clásicos motes dualistas con acrobáticos intentos de mediación: ‘progresistas o moderados o tradicionalistas’, ‘de izquierda o de centro o de derecha’, ‘reformadores o dialoguistas o conservadores’… y ya vemos por donde va la cosa.

San Pablo ha experimentado lo que todos también padecemos: la Iglesia que peregrina siempre está tensa, hay dinamismos que a la par que la mantienen viva e inquieta están siempre  amenazando con romperla y fracturarla. Y la resolución de este movimiento dramático de latentes divisiones internas, entre las cuales transita hacia la Gloria, puede o no resultar virtuoso. Cuando cada quien se vuelve sobre sí mismo para autoafirmarse y hace de Cristo y de la fidelidad al Evangelio un botín que disputar con los opositores, las banderías partidarias baten tambores de guerra. Es que nada podrá resolverse sin entrar en la mentalidad de Cristo que se expresa claramente en la Encarnación y en la Pascua. Hay que abajarse y hay que morir. Cuando en el Cuerpo eclesial deja de practicarse efectivamente la entrega a Cristo y el don de uno mismo por amor, fuera del lenguaje de la ofrenda y de la sabiduría del sacrificio, nos separamos más y más de la Gracia que nos sostiene y nos asegura el camino.

¿Cristo está dividido? Diría figuradamente que Cristo siempre está sufriendo al ser continuamente tironeado en la Iglesia peregrina por los partidismos. Como también tengo plena certeza de que Cristo siempre logrará reunirnos en Él por la fuerza victoriosa de su caridad en la Cruz. Pero hasta que no asumamos la mentalidad de la Cruz habrá tensiones y partidismos.

El Padre Silvio Dante Pereira Carro es también autor del blog Manantial de Contemplación. Escritos espirituales y florecillas de oración personal y tiene el canal de YouTube @silviodantepereiracarro . Su perfil en Facebook es Pbro Silvio Dante Pereira Carro.

DIÁLOGO VIVO CON SAN PABLO (31).

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