LA ORACION EN EL CATECISMO (SÉPTIMO PROGRAMA).

Por Juan María Gallardo.

Artículo 2: El camino de la oración

La oración al Padre

La oración a Jesús
‘Ven, Espíritu Santo’
En comunión con la
Santa Madre de Dios
La oración del Ave María
La oración del Rosario.

Presentación de la oración en el Catecismo (Séptimo programa)

La piedad medieval de Occidente
desarrolló la oración del Rosario,
en sustitución popular de la
Oración de las Horas.

En Oriente, la forma litánica del
Acathistós y de la Paráclisis se
ha conservado más cerca del
oficio coral en las Iglesias
bizantinas, mientras que
las tradiciones armenia,
copta y siríaca
han preferido los himnos y
los cánticos populares a la
Madre de Dios.

Pero en el Ave María, los theotokia,
los himnos de San Efrén o de San
Gregorio de Narek, la tradición de
la oración es fundamentalmente
la misma.

María es la orante perfecta,
figura de la Iglesia.

Cuando le rezamos, nos adherimos con
ella al designio del Padre, que envía a
su Hijo para salvar a todos los hombres.

Como el discípulo amado, acogemos
(Jn 19, 27) a la madre de Jesús, hecha
madre de todos los vivientes.

Podemos orar con ella y a ella.

La oración de la Iglesia está sostenida
por la oración de María.

Le está unida en la esperanza
(cf LG 68-69).

Resumen 

La oración está dirigida principalmente al
Padre; igualmente se dirige a Jesús, en
especial por la invocación de su
santo Nombre:
«Jesús, Cristo, Hijo de Dios, Señor,
¡ten piedad de nosotros, pecadores!»

Nadie puede decir: ‘Jesús es Señor’,
sino por influjo del Espíritu Santo
(1 Co 12, 3).

La Iglesia nos invita a invocar al
Espíritu Santo como Maestro
interior de la oración cristiana.

En virtud de su cooperación singular
con la acción del Espíritu Santo, la
Iglesia ora también en comunión con
la Virgen María para ensalzar con ella
las maravillas que Dios ha realizado en
ella y para confiarle súplicas y alabanzas.

Artículo 3: Maestros y lugares de oración

Una pléyade de testigos

Los testigos que nos han precedido
en el Reino, especialmente los que
la Iglesia reconoce como ‘santos’,
participan en la tradición viva de la
oración,

-por el modelo de su vida,
-por la transmisión de sus escritos
-y por su oración actual.

Contemplan a Dios, lo alaban y
no dejan de cuidar de aquellos
que han quedado en la tierra.

Al entrar ‘en la alegría’ de su Señor,
han sido ‘constituidos sobre lo mucho’.

Su intercesión es su más alto
servicio al plan de Dios.

Podemos y debemos rogarles que
intercedan por nosotros
y por el mundo entero.

En la comunión de los santos,
se han desarrollado diversas
espiritualidades a lo largo
de la historia de la Iglesia.

El carisma personal de un testigo
del amor de Dios hacia los hombres,

-por ejemplo el «espíritu» de Elías
a Eliseo (cf 2 R 2, 9) y

-a Juan Bautista (cf Lc 1, 17),

ha podido transmitirse para que unos
discípulos tengan parte en ese espíritu.

En la confluencia de corrientes litúrgicas
y teológicas se encuentra también una
espiritualidad que muestra cómo el
espíritu de oración incultura la fe
-en un ámbito humano y
-en su historia.

Las diversas espiritualidades cristianas
participan en la tradición viva de la
oración y son guías indispensables
para los fieles.

En su rica diversidad, reflejan la pura
y única Luz del Espíritu Santo.

San Basilio, Spir. 26, 62:
«El Espíritu es verdaderamente el lugar
de los santos, y el santo es para el
Espíritu un lugar propio, ya que
se ofrece a habitar con Dios y es
llamado su templo»

Servidores de la oración

La familia cristiana es el primer lugar
de la educación en la oración.

Fundada en el sacramento del matrimonio,
es la ‘Iglesia doméstica’ donde los hijos
de Dios aprenden a orar ‘en Iglesia’ y a
perseverar en la oración.

Particularmente para los niños pequeños,
la oración diaria familiar es el primer
testimonio de la memoria viva de la
Iglesia que es despertada pacientemente
por el Espíritu Santo.

Los ministros ordenados son también
responsables de la formación en la oración
de sus hermanos y hermanas en Cristo.

Servidores del buen Pastor, han sido
ordenados para guiar al pueblo de Dios
a las fuentes vivas de la oración:
-la Palabra de Dios,
-la liturgia,
-la vida teologal,
-el hoy de Dios en las
situaciones concretas
(cf PO 4-6).

Muchos religiosos han consagrado y
consagran toda su vida a la oración.

Desde el desierto de Egipto, eremitas,
monjes y monjas han dedicado su
tiempo a la alabanza de Dios y a
la intercesión por su pueblo.

La vida consagrada no se mantiene
ni se propaga sin la oración; es una
de las fuentes vivas
-de la contemplación y
-de la vida espiritual
en la Iglesia.

La catequesis de niños, jóvenes
y adultos, está orientada a que la
Palabra de Dios
-se medite
-en la oración personal,

-se actualice
-en la oración litúrgica,

-y se interiorice
-en todo tiempo
-a fin de fructificar
-en una vida nueva.

La catequesis es también el momento
en que se puede purificar y educar
la piedad popular.

La memorización de las oraciones
fundamentales ofrece una base
indispensable para la vida de oración,
pero es importante hacer gustar su sentido.

Grupos de oración, es decir,
‘escuelas de oración’,

-son hoy uno de los signos y uno de
-los acicates de la renovación de la
oración en la Iglesia,

a condición de beber en las auténticas
fuentes de la oración cristiana.

La salvaguarda de la comunión es
señal de la verdadera oración en la Iglesia.

El Espíritu Santo da a ciertos fieles
dones de sabiduría, de fe y de
discernimiento dirigidos a este
bien común que es la oración
(dirección espiritual).

Aquellos y aquellas que han sido dotados
de tales dones son verdaderos servidores
de la Tradición viva de la oración:

Por eso, el alma que quiere avanzar en
la perfección, según el consejo de
San Juan de la Cruz, debe

«considerar bien entre qué
manos se pone porque
-tal sea el maestro,
tal será el discípulo;
-tal sea el padre,
-tal será el hijo».

Y añade: «No sólo el director
-debe ser
-sabio y prudente sino
-también experimentado…

Si el guía espiritual no tiene experiencia
de la vida espiritual, es incapaz de
conducir por ella a las almas
que Dios en todo caso llama,
e incluso no las comprenderá»
(Llama estrofa 3).

LA ORACION EN EL CATECISMO (SÉPTIMO PROGRAMA).

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