NO INVITES A TUS AMIGOS, SINO A POBRES Y LISIADOS.

Por Mario Ortega.

Lc 14, 12-14. No invites a tus amigos, sino a pobres y lisiados. Lunes semana 31 del TO

En aquel tiempo, Jesús dijo a uno a de los principales fariseos que lo había invitado:

«Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado.

Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte; te pagarán en la resurrección de los justos».

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No invites a tus amigos, sino a pobres y lisiados

  1. Jesús nos dice hoy a nosotros, sus discípulos: Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Es obvio que el Señor no se refiere a las celebraciones familiares o de amigos, en las que cada uno hemos de compartir con los que más queremos los momentos alegres de la vida, los aniversarios… Los regalos que ahí nos pueden hacer no son pago por la invitación, sino de nuevo, un mostrar cariño, en este caso, de ellos hacia nosotros.
  2. Jesús se refiere a esa generosidad que hemos de mostrar como cristianos hacia el prójimo: dar una comida o una cena, es decir, ser caritativos, salir de nosotros mismos con el deseo de hacer el bien, como Él. Esas obras de caridad tienen valor en la medida en que las hacemos por Dios, desinteresadamente. Por eso, nos sigue diciendo: Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte; te pagarán en la resurrección de los justos.
  3. Serás bienaventurado porque no pueden pagarte… ¡Qué contrario a como piensa el mundo, que sólo mira la recompensa material a cualquier tipo de esfuerzo por nuestra parte! No funciona así el Reino de Dios. El cristiano sabe que la caridad con el prójimo necesitado es ya una recompensa en sí misma. Dar, da, no quita. Dar, da felicidad porque nos hace semejantes a Cristo. Dar es, además, la mejor inversión. Se te pagará con creces en la vida eterna.

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