EL DEDO DE DIOS.
Por Mario Ortega.
Lc 11, 15-26. Echo los demonios con el dedo de Dios. Viernes de la semana XXVII del TO
En aquel tiempo, habiendo echado Jesús un demonio, algunos de entre la multitud dijeron:
-Si echa los demonios, es por arte de Belzebú, el príncipe de los demonios.
Otros, para ponerlo a prueba, le pedían un signo en el cielo. El, leyendo sus pensamientos, les dijo:
-Todo reino en guerra civil va a la ruina y se derrumba casa tras casa. Si también Satanás está en guerra civil, ¿cómo mantendrá su reino? Vosotros decís que yo echo los demonios con el poder de Belzebú; y si yo echo los demonios con el poder de Belzebú, vuestros hijos, ¿por arte de quién los echan? Por eso, ellos mismos serán vuestros jueces. Pero si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el Reino de Dios ha llegado a vosotros.
Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros.
Pero si otro más fuerte lo asalta y lo vence, le quita las armas de que se fiaba y reparte el botín.
El que no está conmigo, está contra mí; el que no recoge conmigo, desparrama.
Cuando un espíritu inmundo sale de un hombre, da vueltas por el desierto, buscando un sitio para descansar; pero como no lo encuentra, dice:
-Volveré a la casa de donde salí.
Al volver se la encuentra barrida y arreglada. Entonces va a coger otros siete espíritus peores que él, y se mete a vivir allí. Y el final de aquel hombre resulta peor que el principio.
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El dedo de Dios
1. Todos recordaremos esa imagen, de las más famosas de la Capilla Sixtina, pintada por Miguel Ángel, de la creación del hombre. Adán aparece recostado y extendiendo su brazo que Dios a su vez toca con su dedo creador. Hoy Jesús también nos habla del dedo de Dios. A los que le acusaban de expulsar a los demonios con el poder de Satanás, les responde mostrándoles la incoherencia de su razonamiento: es absurdo que el diablo actúe contra sí mismo. Sin embargo, si Yo – dice Jesús – hecho los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el Reino de Dios ha llegado a vosotros.
2. El dedo de Dios es el poder de Dios. No un poder impersonal o difuso, sino concreto y personal a través de un dedo, de una mano que nos toca a cada uno para curarnos, para liberarnos. El poder creador de Dios se manifiesta en Jesucristo, Dios y hombre verdadero, cuando con su dedo toca las heridas de los leprosos, los oídos y labios del sordomudo, los ojos del ciego de nacimiento. Y los cura. El dedo de Jesús es el dedo de Dios que con su poder y amor llama a cada uno, tú sígueme. Es el dedo que salva a la mujer adúltera que iba a ser apedreada cuando con él escribe en el suelo y los acusadores se van marchando uno a uno.
3. Es el dedo que, si toca nuestras llagas no es para herirnos (como cuando decimos ‘me ha metido el dedo en la llaga’) sino para sanarlas. El dedo de Jesús, su mano entera, sus brazos y su Corazón… Es el poder de Dios que me toca, me perdona y me ama todos los días.
EL DEDO DE DIOS.