QUIEN ME RECHAZA A MÍ, RECHAZA AL QUE ME HA ENVIADO.

Por Mario Ortega.

Lc 10, 13-16. Quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado. Viernes semana XXVI TO

En aquel tiempo, dijo Jesús:

-¡Ay de ti Corozaín, ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, vestidos de sayal y sentados en la ceniza.
Por eso el juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras. Y tú, Cafarnaún, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al abismo. Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha; quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado.

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El dolor de Jesús por la resistencia a la conversión

  1. Jesús se duele mucho por la dureza de corazones que encuentra en las aldeas del norte del lago de Galilea. Ay de ti, Corozaín, Ay de ti Betsaida, Cafarnaun… Ha realizado allí muchos milagros y no se han convertido al Evangelio. Es el dolor profundo del Señor, que ha venido a dar su vida por todos y muchos no le reciben, lo rechazan, rechazando así esa salvación que tanto le ha costado conseguirnos.
  2. Jesús expresa duramente ese dolor de su Corazón no como una amenaza airada, sino para movernos al arrepentimiento, a la verdadera conversión. Sus «ayes» no son un mero lamento, son los mismos que pronuncia en la cruz por amor. Sin Él no somos nada, sin Dios vamos a la deriva y nuestra vida se pierde. Por eso Jesús se lamenta. Porque vino a los suyos para ofrecerles la salvación y los suyos no le recibieron.
  3. Ese rechazo que experimentó Jesús en persona es el mismo que se produce cuando se rechaza a la Iglesia. Por eso continúa el Evangelio de hoy con esas palabras suyas dirigidas a los apóstoles: Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha; quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado. Miremos a Jesús, aunque hayamos rechazado o ignorado su mirada durante mucho tiempo. Miremos a Jesús, mirémoslo en su Iglesia, donde nos sigue esperando para salvarnos a través de su enseñanza y sus sacramentos.

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