EL MATRIMONIO (1ERA PARTE).

Por Juan María Gallardo.

El canon 1055 del CDC:

– La alianza matrimonial,
por la que el varón y la mujer
constituyen entre sí un consorcio
de toda la vida, ordenado
por su misma índole natural
al bien de los cónyuges
y a la generación y
educación de la prole,
fue elevada por Cristo
a la dignidad de sacramento
entre bautizados.

Presentación de Matrimonio (1era parte)

a) El Matrimonio en el plan de Dios

– La Sagrada Escritura
* se abre con el relato de la creación
del hombre y de la mujer a imagen y
semejanza de Dios
(Génesis 1,26-27) y

* se cierra con la visión de las bodas
del Cordero (Apocalipsis 19,7.9).

– De un extremo a otro la Escritura
habla del matrimonio y
* de su ‘misterio’,
* de su institución y
* del sentido que Dios le dio,
* de su origen y
* de su fin,
* de sus realizaciones diversas a lo
largo de la historia de la salvación,
* de sus dificultades nacidas del pecado
* y de su renovación ‘en el Señor’
* todo ello en la perspectiva de la Nueva
Alianza de Cristo y de la Iglesia.

El matrimonio en
el orden de la creación

Gaudium Spes 48,1:
«La íntima comunidad de vida
y amor conyugal,
* fundada por el Creador y
* provista de leyes propias,
* se establece sobre la alianza del matrimonio…
* un vínculo sagrado
* que no depende del arbitrio humano.

*El mismo Dios es el
autor del matrimonio»

– La vocación al matrimonio
se inscribe en la naturaleza misma
del hombre y de la mujer, según
salieron de la mano del Creador.

– El matrimonio no es una
institución puramente humana
a pesar de las numerosas variaciones
que ha podido sufrir a lo largo de los
siglos en las diferentes culturas,
estructuras sociales y
actitudes espirituales.

– Estas diversidades
no deben hacer olvidar
sus rasgos comunes
y permanente.

– A pesar de que su dignidad
no se trasluzca siempre
con la misma claridad,
existe en todas las culturas
un cierto sentido de la grandeza
de la unión matrimonial.

– La salvación de la persona y
de la sociedad humana y cristiana
está estrechamente ligada
a la prosperidad de la comunidad
conyugal y familiar.

– Dios que ha creado al hombre
por amor y lo ha llamado
también al amor,
vocación
fundamental
e innata de
todo ser humano.

– Porque el hombre fue creado a
imagen y semejanza de Dios
que es Amor.

– Habiéndolos creado Dios hombre
y mujer, el amor mutuo entre ellos
se convierte en imagen del amor
absoluto e indefectible con que
Dios ama al hombre.

– Este amor es bueno, muy bueno,
a los ojos del Creador.

– Y este amor que Dios bendice
es destinado a ser fecundo y
a realizarse en la obra común
del cuidado de la creación.

– Y los bendijo Dios y les dijo:
Sed fecundos y multiplicaos,
y llenad la tierra y sometedla
(Génesis 1,28).

– La Sagrada escritura afirma que
el hombre y la mujer fueron creados
el uno para el otro:

No es bueno que el
hombre esté solo.

– La mujer, carne de su carne,
su igual, la criatura más semejante
al hombre mismo, le es dada por
Dios como una ‘auxilio’,
representando así a Dios
que es nuestro ‘auxilio’.

Por eso deja el hombre a su padre
y a su madre y se une a su mujer, y
se hacen una sola carne
(cf Génesis 2,18-25).

– Esto significa una unión
indefectible de sus dos vidas.

– El Señor mismo lo muestra
recordando cuál fue ‘en el principio’,
el plan del Creador:

«De manera que ya no son dos sino
una sola carne» (Cfr. Mateo 19,6).

El matrimonio
bajo la esclavitud del pecado

– La experiencia del mal también
se hace sentir en las relaciones
entre el hombre y la mujer.

– La unión del hombre y la mujer
vive amenazada
* por la discordia,
* el espíritu de dominio,
* la infidelidad,
* los celos y conflictos
* que pueden conducir hasta
* el odio y la ruptura.

– Este desorden aparece como
algo de carácter universal.

– Según la fe, este desorden
se origina en el pecado.

– El primer pecado,
ruptura con Dios,
tiene como consecuencia primera
la ruptura de la comunión original
entre el hombre y la mujer.

– Sus relaciones quedan
distorsionadas por
agravios recíprocos.

– Su atractivo mutuo,
don propio del creador,
se cambia en relaciones
de dominio y de
concupiscencia;

– La vocación del hombre
y de la mujer
* de ser fecundos,
* de multiplicarse y
* someter la tierra
* queda sometida a
* los dolores del parto y
* los esfuerzos de ganar el pan.

– Sin embargo,
el orden de la Creación subsiste
aunque gravemente perturbado.

– Para sanar las heridas del pecado,
el hombre y la mujer necesitan
la ayuda de la gracia
que Dios jamás les ha negado.

– Sin esta ayuda,
el hombre y la mujer
no pueden llegar a realizar
la unión de sus vidas
en orden a la cual Dios
los creó «al comienzo».

El matrimonio bajo la
pedagogía de la antigua Ley

– En su misericordia, Dios no
abandonó al hombre pecador.

– Las penas que son
consecuencia del pecado,
* los dolores del parto,
* el trabajo con el sudor de tu frente,
* constituyen también remedios
* que limitan los daños del pecado.

– Tras la caída, el matrimonio
ayuda a vencer
* el repliegue sobre sí mismo,
* el egoísmo,
* la búsqueda del propio placer,
* y a abrirse al otro,
* a la ayuda mutua,
* al don de si.

– La conciencia moral relativa a la
unidad e indisolubilidad del matrimonio
se desarrolló bajo la pedagogía
de la Ley antigua.

– La poligamia de los patriarcas y
de los reyes no es todavía prohibida
de una manera explícita.

– La Ley dada por Moisés se orienta
a proteger a la mujer contra un
dominio arbitrario del hombre,
aunque ella lleve también las
huellas de «la dureza del corazón»
de la persona humana, razón por
la cual Moisés permitió
el repudio de la mujer.

– Contemplando la Alianza
de Dios con Israel
bajo la imagen de
un amor conyugal
exclusivo y fiel
los profetas fueron preparando
la conciencia del Pueblo elegido
para una comprensión más profunda
de la unidad y de la indisolubilidad
del matrimonio.

– Los libros de Rut y de Tobías
dan testimonios conmovedores
del sentido hondo del matrimonio,
de la fidelidad y de la ternura de
los esposos.

– La Tradición ha visto siempre en
el Cantar de los Cantares una
expresión única del amor humano,
en cuanto que éste es reflejo del
amor de Dios, amor «fuerte como
la muerte« que «las grandes aguas
no pueden anegar«.

El matrimonio en el Señor

– Jesús realiza su primer signo
a petición de su Madre
con ocasión de un
banquete de boda.

– La Iglesia concede una gran
importancia a la presencia de
Jesús en las bodas de Caná.

– Ve en ella la confirmación de
la bondad del matrimonio y el
anuncio de que en adelante
el matrimonio será un signo
eficaz de la presencia de Cristo.

– En su predicación, Jesús enseñó
sin ambigüedad el sentido original
de la unión del hombre y la mujer,
tal como el Creador
la quiso al comienzo:

la autorización, dada por Moisés,
de repudiar a su mujer
era una concesión a la
dureza del corazón;

la unión matrimonial
del hombre y la mujer
es indisoluble:

– Dios mismo la estableció:
lo que Dios unió, que no
lo separe el hombre
(Mateo 19,6).

– Esta insistencia, inequívoca, en
la indisolubilidad del vínculo
matrimonial pudo causar
perplejidad y aparecer
como una exigencia
irrealizable.

– Sin embargo, Jesús no impuso
a los esposos una carga imposible
de llevar, más pesada que
la Ley de Moisés.

– Viniendo para restablecer el
orden inicial de la creación
perturbado por el pecado,
da la fuerza y la gracia
para vivir el matrimonio
en la dimensión nueva
del Reino de Dios.

– Siguiendo a Cristo,
renunciando a sí mismos,
tomando sobre sí sus cruces,
los esposos podrán «comprender»
el sentido original del matrimonio
y vivirlo con la ayuda de Cristo.

– Esta gracia del Matrimonio cristiano
es un fruto de la Cruz de Cristo,
fuente de toda la vida cristiana.

– Es lo que el apóstol Pablo da a entender
diciendo: Maridos, amad a vuestras
mujeres como Cristo amó a la Iglesia
y se entregó a sí mismo por ella,
para santificarla (Efesios 5,25-26),

y añadiendo enseguida: Por eso
dejará el hombre a su padre y a
su madre y se unirá a su mujer,
y los dos se harán una sola carne.

Gran misterio es éste, lo digo
respecto a Cristo y a la Iglesia»
(Efesios 5,31-32).

– Toda la vida cristiana está
marcada por el amor esponsal
de Cristo y de la Iglesia.

– Ya el Bautismo, entrada en
el Pueblo de Dios, es
un misterio nupcial.

– Es, por así decirlo, como
el baño de bodas
que precede al
banquete de bodas,
la Eucaristía.

El Matrimonio cristiano viene a ser
* signo eficaz,
*sacramento de la alianza
de Cristo y de la Iglesia.

– Puesto que es signo y
comunicación de la gracia,
el matrimonio entre bautizados
es un verdadero sacramento de
la Nueva Alianza.

EL MATRIMONIO (1ERA PARTE).

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí