Más de 10.000 jóvenes españoles dedicaron este verano sus vacaciones a acompañar a los misioneros en diferentes partes del mundo. Obras Misionales Pontificias difundió el testimonio de algunos de ellos, que relataron cómo esta experiencia impactó en su experiencia de fe al regresar a sus hogares.
Síganos en el canal de WhatsApp
Colabore con Verdad en Libertad
Lucas Ucelay, de 20 años, quien en otras ocasiones estuvo con las Misioneras de la Caridad de la Madre Teresa en Cuba, Tánger y Madrid, estuvo un mes y medio en Calcuta. «Me ha cambiado el alma. Me he dado cuenta de que tenemos que pasar tiempo de calidad con el Señor», indicó, tras precisar que tomó algunas decisiones para mejorar su vida de oración, como apartar distracciones.
Matilde Díez, de 22 años, acompañó al sacerdote burgalés Alfonso Tapia en Oventeni, en la selva peruana, con niños indígenas. Es el tercer verano que dedica a esta misión. «Es bastante chocante porque, aunque son peruanos, muchos no hablan castellano», explicó. Aseguró que muchos tienen problemas de malnutrición, con su repercusión en el crecimiento y el aprendizaje. Sostuvo que además de ayudar al padre Alfonso, les hablan de Dios «de ejemplo y de palabra».
José María Calderón, director de Obras Misionales Pontificias en España, destacó la generosidad, disponibilidad y entrega de estos jóvenes que «entregan su tiempo de vacaciones a la misión», pero afirmó que no hay que olvidar el efecto espiritual que eso les produce. «Vuelven a casa con un convencimiento mucho más arraigado: que Dios hace obras preciosas en ellos a través de aquellas personas a las que han ido a servir. La experiencia de la misión les enriquece enormemente como personas, como ciudadanos, ¡como cristianos! Y por ello hay que dar, también, muchas gracias a Dios», ratificó.
Puede interesarle: 2.000 jóvenes católicos en encuentro de oración y fe en Irak.