DESCUIDÁIS LO MÁS GRAVE DE LA LEY.
Por Mario Ortega.
Mt 23, 23-26. Descuidáis lo más grave de la ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad. Martes semana 21 TO
En aquel tiempo, Jesús dijo:
«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más grave de la ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad! Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que filtráis el mosquito y os tragáis el camello! ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis rebosando de robo y desenfreno! ¡Fariseo ciego!, limpia primero la copa por dentro y así quedará limpia también por fuera».
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Descuidáis lo más grave de la ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad
1. Los reproches de Jesús a los fariseos son muchos en el Evangelio, pero todos ellos van a la misma raíz: ellos han corrompido la religión, la sana relación con el Dios justo, misericordioso y fiel de Israel. Dios, que ha amado siempre a su Pueblo como un Padre, lo ha perdonado y ha salido en su auxilio. Y le ha prometido el Mesías, que ha llegado en la persona de Jesucristo, su Hijo.
2. Los fariseos han cambiado ese trato personal con Dios por agarrarse a unos preceptos humanos, con los que intentan estar a bien con Dios y, sobre todo, estar bien con ellos mismos, olvidándose de lo principal. Por eso, hoy Jesús les dice así: ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más grave de la ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad! Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello.
3. Se han olvidado de lo principal y se han quedado en las minucias. Que son importantes, puesto que los pequeños detalles también cuentan para el amor, y por ello dice Jesús que no hay que descuidar aquello. Pero lo más grave de la ley, es decir, lo más fuerte, lo más importante, es la justicia, la misericordia y la fidelidad. Si faltan estas tres cosas en nuestro cumplimiento de la ley de Dios, estaremos cayendo en la misma trampa que los fariseos. En cambio, si en cada obra, en cada oración, en cada gesto, por pequeño que sea, buscamos siempre ser justos, misericordiosos y fieles a Dios y al prójimo, entonces seremos verdaderamente hijos de Dios.