EL PODEROSO HA HECHO OBRAS GRANDES EN MÍ.

Por Mario Ortega.

Lc 1,39-56. El Poderoso ha hecho obras grandes en mí. 15 de agosto. Solemnidad de la Asunción de María

En aquellos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel de Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!

¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá». María dijo:

«Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humildad de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí:
su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia
―como lo había prometido a nuestros padres―
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre».
María se quedó con Isabel unos tres meses y volvió a su casa.

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El Poderoso ha hecho obras grandes en mí

El Poderoso ha hecho obras grandes en mí, declara María llena su alma de gozo en el Magnificat. Obras grandes, inmensas, colosales, ha hecho Dios en María, su Madre y Madre nuestra.

Obró en ella el don de la maternidad divina, desde el momento de la Encarnación. Y, por ser la Madre del Verbo, Dios Todopoderoso continuó haciendo prodigios en María. La hizo Inmaculada en su concepción, librándola de toda sombra de pecado; la adornó igualmente con el don de la virginidad perpetua. Todas esas cosas ya las había hecho Dios cuando María pronunció esas palabras: El Poderoso ha hecho obras grandes en mí. Pero aún le faltaba otra al final de su tránsito por este mundo, ya que acabada su vida terrenal, María fue llevada al Cielo toda entera: no sólo su alma, sino también su cuerpo, que no conoció la corrupción del sepulcro. Su cuerpo fue glorificado como el de Jesús, convirtiéndose su asunción a los cielos en el anticipo de lo que será también la nuestra, según la promesa de Jesús.

En la solemnidad de hoy, veneramos la grandeza de María asunta a los cielos, y nuestro gozo crece más y más al saber que ella es espejo de lo que a nosotros nos espera: la resurrección de la carne y la vida eterna; el gozar todo enteros, con un cuerpo resucitado que se unirá de nuevo a nuestra alma de la vida de Dios; contemplando a Dios, contemplando también a la belleza de María, las obras grandes que el Poderoso ha realizado en ella.

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