SAN CAYETANO DE THIENE.

Por Juan María Gallardo.

Fiesta: 7 de agosto.

Cayetano nace en Vicenza, que pertenecía en aquel entonces a la República de Venecia, de padres nobles. Su padre ostentaba el título de conde de Thiene. Su madre otro de mayor gloria y que sin duda influirá mucho más en el alma y vida futura de Cayetano: era terciaria dominica. Ella se preocupará, sobre todo, de la educación sólida en piedad de su hijo y le hablará tantas veces de la vanidad de las riquezas y honores del mundo.

La divina Providencia guía sus pasos por los senderos de una nueva vía. Un día estaba en sus bellos jardines meditando en cosas del cielo cuando ve que una blanquísima paloma da vueltas sobre su cabeza y le parece oír este hermoso mensaje: «Cayetano, la paz sea contigo. Procura no perderla nunca. Y trata de contagiarla a los demás». Será ésta una de las notas más características de su vida. Él será para sí «duro, mortificado e intransigente, pero en cambio será suave y dulce para con los demás». Será siempre la dulzura, la paz, el porte delicado y distinguido lo que llamará la atención de este apuesto joven jurisconsulto primero y clérigo después.

Estudió leyes en Padua y en Vicenza y ejerció durante algún tiempo de abogado pero pronto, después de unos años pasados entre pleitos y leyes, verá que aquél no es su camino y procurará tomar otro que le conduzca con mayor certeza hacia la verdadera vida.

Se ordena sacerdote y trabaja de lleno en toda clase de apostolados: A imitación de San Pablo, en primer lugar se retira al desierto de Rampazzo y pasa algún tiempo entregado a la oración y mortificación de su cuerpo. Después el obispo lo elige como familiar y así entra Cayetano a formar parte del clero romano en el que influirá más que ningún otro cléri- go de su tiempo. Son los años floridos del Renacimiento que trae muchas cosas buenas y otras que materializan y alejan de la verdadera práctica de la fe y dela entrega generosa al Señor.

El Papa Julio IL el 1512 convoca el V Concilio de Letrán. Pronto se da cuenta Cayetano que antes que reformar la Iglesia y las estructuras, lo que importa es reformarse uno a sí mismo. Por ello cada día antes de llegarse al altar piensa: «Yo polvo y gusanillo me atrevo a presentarme ante la Santísima Trinidad y tocar con mis manos al Creador del Universo». Cayetano celebraba la Misa como un serafín. Sabrá apreciar lo grande de este misterio cuando dice al compañero de antaño y ahora Papa Pablo IV: «El sacrificio de la Misa es la ocupación más excelente de la tierra, el negocio más urgente, preferible a cualquier otro, por ser la vida y savia de toda obra».

Cayetano se entrega, sobre todo, a la reforma del clero ya que es consciente de la gran influencia que el sacerdote ejerce en la marcha de la humanidad, Para ello funda, en compañía del futuro Pablo IV, la Orden llamada popularmente de los Teatinos. Su ideal será: Imitar la vida de los Apóstoles, tratando de ensamblar la vida contemplativa con la activa mediante un gran vida de austeridad y ardor apostólico.

A Cayetano se le ve crecer de día en día en los caminos de la perfección. Lo notan cuantos le tratan de cerca. Un día dice: «Veo a Cristo pobre y mí rico. A Cristo despreciado y a mí honrado. Así no puedo seguir. Deseo y quiero parecerme a él. Para ello voy a dar un paso más». Y lo dio.

Su misión ya estaba cumplida. Fue el mejor preparador del Concilio de Trento. Sin hacer ruido, delicadamente, partió hacia la eternidad con deseos ardientes «de unirse con el Cordero Inmaculado». Era el 7 de agosto de 1547.

SAN CAYETANO DE THIENE.

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