Un religioso misionero desde hace años en Sudán, bajo anonimato, precisó que rezan bajo las bombas, dado que la vida de las parroquias desapareció, la actividad de las escuelas y hospitales católicos se interrumpieron, los fieles se dispersaron, muchos sacerdotes, religiosos y religiosas abandonaron el país de África Oriental, a medida que el sufrimiento de la Iglesia en Sudán crece cada día más, en proporción a la escalada de la guerra civil.
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Indicó que la gran mayoría de los misioneros extranjeros cruzaron la frontera para regresar a sus países de origen. «Los pocos sacerdotes que quedaron tuvieron que abandonar la capital, Jartum, epicentro de los enfrentamientos, para refugiarse en ciudades más aisladas y tranquilas. En Jartum sólo deben quedar 4, más 4 monjas, a las que se intentó evacuar hace unas semanas», explicó el religioso.
Aseguró que en la capital, como en otras zonas de Sudán, la vida de fe no se interrumpió. «Grupos de fieles se reúnen los domingos para rezar junto con los catequistas, a pesar de que hay constantes bombardeos de alfombras que dificultan mucho los desplazamientos. Lo que falta es la celebración de misas y el acceso a los sacramentos», sostuvo.
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