TEMA 21: BAUTISMO Y CONFIRMACIÓN (1).
Continuación de Los sacramentos.
Por Juan María Gallardo.
Bautismo: fundamentos bíblicos e institución
De entre las numerosas prefiguraciones veterotestamentarias del bautismo, se destacan el diluvio universal, la travesía del mar Rojo, y la circuncisión, por encontrarse explícitamente mencionadas en el Nuevo Testamento aludiendo a este sacramento (cf. 1 P 3,20-21; 1 Co 10,1; Col 2,11-12). Con el Bautista, el rito del agua, aun sin eficacia salvadora, se une a la preparación doctrinal, a la conversión y al deseo de la gracia, pilares del futuro catecumenado.
Presentación de tema 21: Bautismo y confirmación (1)
Jesús es bautizado en las aguas del Jordán al inicio de su ministerio público (cf. Mt 3,13-17), no por necesidad, sino por solidaridad redentora. En esa ocasión, queda definitivamente indicada el agua como elemento material del signo sacramental. Se abren además los cielos, desciende el Espíritu en forma de paloma y la voz de Dios Padre confirma la filiación divina de Cristo: acontecimientos que revelan en la Cabeza de la futura Iglesia lo que se realizará luego sacramentalmente en sus miembros. Más adelante tiene lugar el encuentro con Nicodemo, durante el cual Jesús afirma el vínculo pneumatológico existente entre el agua bautismal y la salvación, de donde sigue su necesidad: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios (Jn 3,5).
El misterio pascual confiere al bautismo su valor salvífico; Jesús, en efecto, «había hablado ya de su pasión que iba a sufrir en Jerusalén como de un ‘Bautismo’ con que debía ser bautizado (Mc 10,38; cf. Lc 12,50). La sangre y el agua que brotaron del costado traspasado de Jesús crucificado (cf. Jn 19,34) son figuras del Bautismo y de la Eucaristía, sacramentos de la vida nueva» (Catecismo, 1225).
La justificación y los efectos del bautismo
Leemos en Rm 6,3-4: ¿O es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte? Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva. El bautismo, incorporando al fiel a la vida, muerte y resurrección de Jesucristo y a su acción salvadora, otorga la justificación. Esto mismo apunta Col 2,12: Sepultados con él en el bautismo, con él también habéis resucitado por la fe en la acción de Dios, que resucitó de entre los muertos. Se añade ahora la incidencia de la fe, con la cual, junto al rito del agua, nos «revestimos de Cristo», como confirma Ga 3,26-27: Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. En efecto, todos los bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo.
La justificación bautismal se traduce en efectos concretos en el alma del cristiano, que la teología presenta como efectos sanantes y elevantes. Los primeros se refieren al perdón de los pecados, como pone en relieve la predicación petrina: Pedro les contestó: ‘Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo’ (Hch 2,38). Esto incluye la remisión del pecado original y, en los adultos, de todos los pecados personales. Se remite también la totalidad de la pena temporal y eterna. Permanecen sin embargo en el bautizado «ciertas consecuencias temporales del pecado, como los sufrimientos, la enfermedad, la muerte o las fragilidades inherentes a la vida como las debilidades de carácter, etc., así como una inclinación al pecado que la Tradición llama concupiscencia, o fomes peccati» (Catecismo, 1264).
El aspecto elevante consiste en la efusión del Espíritu Santo; en efecto, en un solo Espíritu hemos sido todos bautizados (1 Co 12,13). Porque se trata del mismo Espíritu de Cristo (Rm 8,9), recibimos un espíritu de hijos adoptivos (Rm 8,15), como hijos en el Hijo. Con la filiación divina, Dios confiere al bautizado la gracia santificante, las virtudes teologales y morales y los dones del Espíritu Santo.
Necesidad del Bautismo
La catequesis neotestamentaria afirma categóricamente de Cristo que no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos (Hch 4,12). Y puesto que ser bautizados en Cristo equivale a ser revestido de Cristo (Gal 3,27), deben entenderse en toda su fuerza aquellas palabras de Jesús según las cuales el que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará (Mc 16,16). De aquí deriva la fe de la Iglesia sobre la necesidad del bautismo para la salvación.
Corresponde entender esto último según la cuidadosa formulación del magisterio: «El Bautismo es necesario para la salvación en aquellos a los que el Evangelio ha sido anunciado y han tenido la posibilidad de pedir este sacramento (cf. Mc 16,16). La Iglesia no conoce otro medio que el Bautismo para asegurar la entrada en la bienaventuranza eterna; por eso está obligada a no descuidar la misión que ha recibido del Señor de hacer ‘renacer del agua y del espíritu’ a todos los que pueden ser bautizados. Dios ha vinculado la salvación al sacramento del Bautismo, pero su intervención salvífica no queda reducida a los sacramentos» (Catecismo, 1257).
Existen, en efecto, situaciones especiales en las cuales los frutos principales del bautismo pueden adquirirse sin la mediación sacramental. Pero justamente porque no hay signo sacramental, no existe certeza de la gracia conferida. Lo que la tradición eclesial ha llamado bautismo de sangre y bautismo de deseo no son ‘actos recibidos’, sino un conjunto de circunstancias que concurren en un sujeto, determinando las condiciones para que pueda hablarse de salvación. Se entiende así «la firme convicción de que quienes padecen la muerte por razón de la fe, sin haber recibido el Bautismo, son bautizados por su muerte con Cristo y por Cristo» (Catecismo, 1258). En modo análogo, la Iglesia afirma que «todo hombre que, ignorando el evangelio de Cristo y su Iglesia, busca la verdad y hace la voluntad de Dios según él la conoce, puede ser salvado. Se puede suponer que semejantes personas habrían deseado explícitamente el Bautismo si hubiesen conocido su necesidad» (Catecismo, 1260).
Las situaciones de bautismo de sangre y de deseo no incluyen la de los niños muertos sin bautismo. A ellos «la Iglesia sólo puede confiarlos a la misericordia divina, como hace en el rito de las exequias por ellos»; pero es justamente la fe en la misericordia de Dios, que quiere que todos los hombres se salven (cf. 1 Tm 2,4), lo que nos permite confiar en que haya un camino de salvación para los niños que mueren sin bautismo (cf.Catecismo, 1261).
Fragmento del texto original de Tema 21: Bautismo y confirmación (1).
- (1) Libro electrónico «Síntesis de la fe católica», que aborda algunas de las principales verdades de la fe. Son textos preparados por teólogos y canonistas con un enfoque primordialmente catequético, que remiten a la Sagrada Escritura, el Catecismo de la Iglesia Católica, las enseñanzas de los Padres y el Magisterio.
TEMA 21: BAUTISMO Y CONFIRMACIÓN (1).