LA CRUZ PURIFICA NUESTRA FE.
Por Rubén Revello.
La cruz forma parte de nuestra vida
El que no carga con su cruz y me sigue no puede ser mi discípulo, es decir, Jesús no va a hacer la selección. Jesús no dice: «Vos podés ser, vos no puede ser». Jesús dice cuál es la condición que tiene que tener el que quiere ser su discípulo. Que no vea en la cruz un objeto de tortura, sino que vea en la cruz un medio de purificación. Acá es cuando cambia la cabeza.
Lo último, lo más vergonzante, era el suplicio de la cruz. Y Jesús ahora nos dice no solamente apártense de la cruz sino busquen su cruz y síganme. Con lo cual tenemos que hacer algo que repugna a nuestra naturaleza y es ponernos frente al dolor, no para causarnos dolor, no somos locos, sino para no escapar de la responsabilidad.
Nadie puede huir de la cruz
La cruz tiene esa característica, la cruz no es un dolor que me invento, la cruz es inevitable, si no es cruz. Si puedo pasar por el costado no es cruz. La cruz la enfrento, la cruz la asumo. Tenés una enfermedad, no podés hacerte el sonso, tenés que enfrentarla. No puedes negarla, tenés que asumirla. No podés evitarla, tenés que ponerte frente a la enfermedad. Perdí a alguien muy querido, se me murió un ser muy querido, no es una cruz que vos puedas evitar, está, aconteció, nada puede cambiarlo. Lo podés negar: «No puedo, no puedo soportar la ausencia de esta persona, no puedo entender por qué me paso de esto».
Nada cambia lo que ya pasó, tenés que asumirlo, decir: «Esto es lo que pasó, con esto tengo que vivir», porque la vida sigue, la vida no te espera, sigue andando y en un momento tenés que decir: «Aunque esto me produce mucho sufrimiento, voy a cargar mi cruz y voy a seguir caminando detrás de Jesús». «Pero el camino es cansador», sí, por supuesto que es cansador. La otra es que te quedes ahí llorando al lado de la cruz y no avances nunca.
La cruz purifica mi relación con Dios
La cruz no te puede destruir, la cruz te tiene que purificar. Conozco gente que ha perdido a su hijo, a su hija. No hay dolor más grande que ese, y sin embargo no pone este dolor en un saco tan pesado que le impide seguir andando en la vida. Al contrario, el anhelo por el reencuentro con su hijo con su hija lo lleva a seguir caminando con más fuerza hacia la cruz, porque sabe que el reencuentro con los que perdió no está en el pasado, sino que para el creyente el reencuentro con los que perdimos está en el futuro, y entonces sigue caminando con su cruz.
¿A quién no le duele la pérdida un hijo? Pero sigue andando con dignidad. ¿A quién no le duele tener un pariente enfermo, o un viejito, o un joven? Esas enfermedades que se prolongan, que no es que está enfermo ahora pero dentro de dos meses se opera y ya está. Esas enfermedades que perduran. Un chiquito con un síndrome de Down, que es una fuente de amor permanente, pero que, en el corazón de un padre, de una madre dice: «¿Por qué me tocó esto? Lo asumo, lo acompaño, lo quiero. Pero ¿qué va a pasar cuando yo no esté?». ¿Quién puede entender los pensamientos de Dios? Pero uno puede ser discípulo, es decir, no lo entiendo, no lo quiero, pero lo asumo es mi cruz. Y así podríamos decir de tantas situaciones en la vida. Esta es mi cruz.
Sólo Jesús nos puede ayudar a llevar nuestra cruz
La cruz o te mata o te resucita. Acuérdense que al lado de Jesús había dos ladrones, crucificados también. Uno se burla de Jesús y poco menos que lo maldice, porque entiende que ahí se terminó todo. A ese la cruz lo destruyó, porque no solamente le mató el cuerpo, sino que le mató el alma, le mató la esperanza. El otro fue mucho más hábil. También en la misma situación, crucificado del otro lado de Jesús, sin embargo, su corazón se abrió a un nuevo modo de comprensión.
¿Qué lógica tiene un hombre que se está muriendo pedirle a otro que se está muriendo como el que lo salve? ¿Ven la forma mentís es nueva? La fe te permite alcanzar un nivel de lectura de la realidad distinta. Por eso fue capaz de decirle Señor, permitirme estar con vos en el Reino y Jesús se lo concedió.
LA CRUZ PURIFICA NUESTRA FE.