FRATELLI TUTTI: LA FRATERNIDAD EN LA IGLESIA.

Por Alejandro Antonio Zelaya.

El pasado Viernes Santo, 2 de abril de 2021, el predicador de la Casa Pontificia, P. Raniero Cantalamessa, en su homilía, refiriéndose a Fratelli Tutti, decía lo siguiente: «La Pascua marca una etapa nueva y decisiva. Gracias a ella, Cristo se convierte en el primogénito entre muchos hermanos (Rom 8, 29)».

Los discípulos se vuelven hermanos en un sentido nuevo y muy profundo: comparten no sólo la enseñanza de Jesús, sino también su Espíritu, su vida nueva como resucitado.

Es significativo que sólo después de su resurrección, por primera vez, Jesús llama a sus discípulos ‘hermanos’: Ve a mis hermanos —le dice a María Magdalena— y diles: «Subo a mi Padre y a tu Padre, a mi Dios y a vuestro Dios» ( Jn 20,17). En este mismo sentido, la Carta a los Hebreos escribe: Quien santifica y los que son santificados todos provienen de un mismo origen; por esto [Cristo] no se avergüenza de llamarlos hermanos ( Heb 2,11).

Después de la Pascua, este es el uso más común del término hermano; indica al hermano de la fe, miembro de la comunidad cristiana. Hermanos ‘de sangre’ también en este caso, ¡pero de la sangre de Cristo! Esto hace que la fraternidad de Cristo sea algo único y trascendente, en comparación con cualquier otro tipo de fraternidad, y se debe al hecho de que Cristo también es Dios.

Esta nueva fraternidad no reemplaza a otros tipos de fraternidad basados en la familia, la nación o la raza, sino que los corona. Todos los seres humanos son hermanos, en cuanto criaturas del mismo Dios y Padre. A esto la fe cristiana añade una segunda razón decisiva. Somos hermanos no sólo a título de creación, sino también de redención; no sólo porque todos tenemos el mismo Padre, sino porque todos tenemos al mismo hermano, Cristo, primogénito entre muchos hermanos.

A la luz de todo esto, ahora debemos hacer algunas reflexiones actuales. La fraternidad se construye exactamente como se construye la paz, es decir empezando de cerca, por nosotros, no con grandes esquemas, con metas ambiciosas y abstractas. Esto significa que la fraternidad universal comienza para nosotros «con la fraternidad en la Iglesia católica». Dejo de lado también, por una vez, el segundo círculo que es la fraternidad entre todos los creyentes en Cristo, es decir, el ecumenismo.

¡La fraternidad católica está herida! La túnica de Cristo ha sido desgarrada por las divisiones entre las Iglesias; pero —lo que es peor— cada trozo de la túnica está dividido a menudo, a su vez, en otros trozos. Hablo naturalmente del elemento humano de la misma, porque la verdadera túnica de Cristo, su cuerpo místico animado por el Espíritu Santo, nadie la podrá nunca herir. A los ojos de Dios, la Iglesia es «una, santa, católica y apostólica», y permanecerá como tal hasta el fin del mundo. Esto, sin embargo, no excusa nuestras divisiones, sino que las hace más culpables y debe impulsarnos con más fuerza para que las sanemos.

¿Cuál es la causa más común de las divisiones entre los católicos? No es el dogma, no son los sacramentos y los ministerios: todas las cosas que por singular gracia de Dios guardamos íntegras y unánimes. Es la ‘opción política’, cuando toma ventaja sobre la religiosa y eclesial y defiende una ideología. Esto, en muchas partes del mundo, es el verdadero factor de división, incluso si es silenciosa o desdeñosamente negada. Esto es un pecado, en el sentido más estricto del término. Significa que «el reino de este mundo» se ha vuelto más importante, en el propio corazón, que el Reino de Dios.

Creo que todos estamos llamados a hacer un examen serio de nuestras conciencias sobre este asunto y a convertirnos. Esta es, por excelencia, la obra de aquel cuyo nombre es diábolos, es decir, el divisor, el enemigo que siembra cizaña, como Jesús lo define en su parábola (Cf. Mt 13,25).

Debemos aprender del Evangelio y del ejemplo de Jesús. Había una fuerte polarización política a su alrededor. Había cuatro partidos: los fariseos, los saduceos, los herodianos y los zelotas. Jesús no se alineó con ninguno de ellos y se resistió enérgicamente al intento de arrastrarlo a un lado o al otro. La primitiva comunidad cristiana lo siguió fielmente en esta elección. Este es un ejemplo especialmente para los pastores que «deben ser pastores de todo el rebaño, no de una sola parte de él». Por eso, son los primeros en tener que hacer un examen serio de conciencia y preguntarse a dónde están llevando a su rebaño: si a su lado, o al lado de Jesús.

El Concilio Vaticano II confía en particular a los laicos la tarea de poner en práctica, en las diversas situaciones históricas, las enseñanzas sociales, económicas y políticas del Evangelio. Estas pueden traducirse en opciones incluso diferentes, cuando sean respetuosas con los demás y pacíficas.

Es de destacar que el P. Cantalamessa hace una afirmación sumamente importante al decir que «la fraternidad universal comienza para nosotros con la fraternidad en la Iglesia Católica». Una afirmación de la cual debemos juntos sacar consecuencias y buenos frutos para poder llevar la fraternidad al universo, al mundo entero. Y precisamente nos hace poner atención en que tengamos cuidado y atentos que la causa de división puede ser la opción política cuando toma ventaja sobre la religiosa y eclesial, transformándose en ideología. Y sobre todo, es un grave error si la opción ideológica la asumen los pastores que tienen la misión de guiar al rebaño.

¡Cuántas veces esto ha sido y es causa de división entre los mismos pastores! Conocemos ejemplos cercanos seguramente. Que han terminado mal con consecuencias nefastas para los fieles y los mismos pastores que terminan heridos ellos mismos. ¡Cuánto debemos sanarnos y sanar las heridas de la división dentro de la Iglesia, dentro de nuestros presbiterios!

Oración

Jesús, Buen Pastor, que das tu vida por las ovejas.

Te pido por mí y por todos los sacerdotes hermanos míos. No todos son mis amigos, o piensan parecido a mí. A veces somos tan diferentes, pero en definitiva, somos todos hermanos que debemos vivir en unidad.

Jesús, Buen Pastor, que podamos imitarte y dar la vida por todas nuestras ovejas, que son también tan diferentes unas de otras, pero a todas nos las has regalado para cuidarlas, alimentarlas, guiarlas, curarlas, sanarlas y dar la vida con amor y por amor por ellas. Vos nos las confiaste a través de tu mano en la Iglesia.

Danos la gracia de no ser como el asalariado que cuando ve venir al lobo las abandona y huye, y el lobo las arrebata y dispersa… Hay muchos lobos que nos quieren arrebatar y dispersar. Que no nos desuna ni desgarre del Cuerpo ningún lobo de ideología. Que solamente nos mueva y nos una el interés de dar la vida como Vos, porque todos somos hermanos. Vos sos el Primogénito. Nosotros, tus hermanos.

Que no nos disperse ningún prejuicio entre nosotros los hermanos curas. Que no permitamos que ningún lobo del interés político e ideológico nos quiera desunir.

Danos la gracia de aceptarnos diferentes como nos creaste por amor, pero unidos como hermanos por el mismo Orden. Danos la gracia de vivir en la verdad y en el bien. Sólo de esa manera, podremos servirte a Vos y a los hermanos.

Danos la valentía de la libertad del amor, y así seremos pastores valientes y servidores.

María, la primera servidora, Madre del Buen Pastor y Madre nuestra, únenos cada vez más como hermanos. Amén.

FRATELLI TUTTI: LA FRATERNIDAD EN LA IGLESIA.

El padre Alejandro Antonio Zelaya es miembro del Equipo de Formación Permanente del Clero de la diócesis de Avellaneda-Lanús.

Foto principal: Viernes Santo 2021/YouTube Vatican News.

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