Querido Señor:
El primer número de la cuarta parte del Catecismo también recoge la noción de oración que santa Teresa del Niño Jesús escribe en su autobiografía. Para ella, la oración es un impulso del corazón, una mirada al cielo, un grito de reconocimiento y de amor hecho en tiempos de prueba o de alegría. Obviamente, la santa de Lisieux gozaba de la “alegría cristiana” -muy distinta a otras- también en los tiempos de prueba.
Quien está enamorado está feliz. Señor, queremos tener un corazón enamorado y no un corazón “solterón”. Que nuestro corazón flechado lleve a nuestro entendimiento a referir todo a Vos. Como dice nuestro Padre, San Josemaría: alegrías, tristezas, éxitos y fracasos, ambiciones nobles…
Queremos que se nos escape “el santo al cielo” y que nuestra mirada se dirija a Vos para compartirlo todo. Que nuestra vida sea un grito de reconocimiento y que todas nuestras obras se conviertan en una acción de gracias. En la alegría y especialmente en las pruebas queremos estar muy unidos a Vos en la oración.
Una confesión: ya tengo más de 50 años; más de 50 años de formación. Estas meditaciones sobre la oración quieren ser, de alguna manera, una devolución de lo mucho recibido. Obviamente, quedaré en deuda: es mucho más lo que recibí que lo que puedo dar.