SANTA LEOCADIA.
Por Juan María Gallardo.
Fiesta: 9 de diciembre.
En los Santorales que se conservan en la catedral de Toledo se dice de ella: «A Santa Leocadia, virgen; nobilísima por su familia y nacimiento, más noble aún por su propósito de vivir consagrada a Dios… Leocadia, virgen consagrada a Dios, llena del Espíritu Santo…»
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Leocadia significa «virgen blanca» y de veras que lo fue esta ilustre toledana de nacimiento, hija de padre griego y de madre toledana. La educaron muy cristianamente. Era muy bella y llamaba la atención por donde pasaba aquella jovencita, pero aún más la llamaba por el esplendor de sus virtudes que se manifestaban en todo su comportamiento. Todos admiraban su gran caridad para con los pobres y su fervor en la oración. Sus padres la habían educado en el santo temor de Dios y siempre dio ejemplo de cuanto de ellos había heredado.
No sabemos por qué el emperador Diocleciano, que fue benévolo con los cristianos durante algo más de un decenio, cambió de actitud, quizá por insinuación de Galerio que aborrecía con furia satánica a los seguidores del Nazareno. Lo cierto es que pronto corrieron de nuevo ríos de sangre inocente por el único delito de ser caritativos, de ser seguidores de Jesucristo y de estar siempre dispuestos a obras de caridad y de perdón.
El poeta Prudencio cantó estas gestas maravillosas que no tienen otras parecidas en ninguna época de la historia profana. A primeros del siglo IV penetró en España, procedente de las Galias, el gobernador imperial Daciano que traía fama de ser cruel y sanguinario. Por donde pasaba dejaba ríos de sangre inocente. Dice un autor antiguo: «La tierra, empapada de sangre, gritaría, si la lengua callase, la magnitud de los escarnios, azotes, tormentos y derramamientos de sangre por él perpetrados. Testimonio cruento de su paso feroz fueron los mártires Félix, Cucufate, Eulalia, los Innumerables de Zaragoza, los santos hermanos Justo y Pastor, los también hermanos Vicente, Sabina y Cristeta y la emeritense virgen Eulalia».
SANTA LEOCADIA.