SANTA EULALIA DE MÉRIDA.

Por Juan María Gallardo.

Fiesta: 10 de diciembre.

Corrió la triste noticia por las calles de la ciudad de Mérida como la pólvora: «¡Ha llegado Daciano, el gobernador del emperador y viene arrasando cuanto encuentra de camino que tenga sabor a cristianismo.. Ya ha martirizado a muchos a su paso».

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Los cristianos de Mérida, que había muchos y fervorosos, temerosos se esconden en sus casas mientras el tirano sigue torturando y matando… Una niña de doce años —Eulalia— apostrofa a aquellos hombres diciendo: «¿A qué estáis aguardando? ¿Nadie es valiente de presentarse ante el gobernador y echarle en cara lo mal que hace persiguiendo a los que no hacen ningún mal? Demostrad que sois cristianos y que defendéis a este Cristo ultrajado».

Aquella niña era un encanto de criatura. El gran poeta Prudencio cantará maravillas de la inocencia angelical y ardoroso fuego de amor a Jesucristo que bulle en sus venas. Sus padres, que conocían bien el arrojo y valentía de su hija, sabían que ella era capaz de presentarse ante el Gobernador y echarle en cara sus pecados. Por ello se la llevaron muy lejos de la ciudad, a una casita que tenían en el campo. Pero este pensamiento que ella había recordado a los mayores, seguía torturando su mente y encendiendo su corazón. No la dejaban dormir estos recuerdos de cuanto había oído y cuanto ella misma había visto. Por ello una noche, muy sigilosamente, se levantó, abandonó la casita de campo y se puso en camino para irse a la ciudad. Un cortejo de ángeles iluminaban su camino en aquella noche lóbrega. Al amanecer ya estaba ante el palacio del gobernador apostrofando a los allí presentes con gran energía en defensa de los cristianos y en contra de aquellas persecuciones sin razón. Pronto alguien lo comunicó a Daciano y éste tuvo curiosidad de conocer a aquella jovencilla con la seguridad de que sabría atraerla con sus halagos…

SANTA EULALIA DE MÉRIDA.

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