Religiosas en Vietnam asisten a 70 ancianos sin hogar ni familiares

Las Hermanas Misioneras de la Caridad de Cristo atienden a 70 ancianos en el Hogar de Ancianos Tân Thông Compassionate Nursing Home, en la diócesis de Phú Cường. «Las personas que viven aquí están solas: no tienen casa, no tienen dinero, no tienen parientes. Más de la mitad están postradas en cama, algunas son ciegas o están discapacitadas», precisó la religiosa Teresa.

Religiosas en Vietnam asisten a 70

Religiosas en Vietnam asisten a 70 ancianos que se encuentran solos sin hogar ni familiares, en el Hogar de Ancianos Tân Thông Compassionate Nursing Home, en la diócesis de Phú Cường. El 1 de octubre pasado, se conmemoró en Vietnam el Día Mundial de las Personas Mayores, establecido por la ONU. El hogar, fundado en 1988 por el padre Paul Nguyễn Văn Khi en la parroquia de Tân Thông, actualmente está a cargo de las Hermanas Misioneras de la Caridad de Cristo, dirigidas por la religiosa Maria Martino Nguyễn Thị Kim Hoa. El padre Paul, que ya está jubilado, vive en la comunidad y celebra Misa diaria para los ancianos y las monjas.

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«Somos 20 hermanas al servicio de 70 ancianos que están solos. Gracias a Dios, ninguno de nosotros se contagió durante esta pandemia. Solo murieron 2 ancianos, pero por motivos relacionados con la edad. No obstante, somos muy cautelosas… Las personas que viven aquí están solas: no tienen casa, no tienen dinero, no tienen parientes. Más de la mitad están postradas en cama, algunas son ciegas o están discapacitadas», precisó la monja Teresa de las Misioneras de la Caridad de Cristo, las religiosas en Vietnam que asisten a 70 ancianos. Indicó que los ancianos «son atendidos por las monjas y por voluntarios y médicos que vienen de fuera».

Explicó que «los ancianos se someten a controles médicos una vez por semana». «Hasta ahora alojamos a 204 personas en total y también nos ocupamos del funeral de los que fallecieron», aseguró. Nguyễn, un huésped de la casa de 78 años, sostuvo que muchos ancianos «vivieron en la calle porque nadie los aceptaba; pero aquí los sacerdotes y las hermanas nunca dejan a nadie solo». «Viviendo aquí, nunca estoy triste», ratificó. «Nuestro trabajo no es fácil, pero nunca pensamos en abandonar esta misión y trasladarnos a otro lugar. El padre Paul siempre nos dijo: amen y sirvan a los que sufren más que a ustedes mismas. Y veo que el amor está aquí, está presente en esta casa», sostuvo la hermana Linh.

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