Religiosas en Benín asisten a ancianos indigentes en 2 casas

Las Pequeñas Hermanas de los Pobres, que se encuentran en misión en Benín, asisten a ancianos indigentes o abandonados en 2 casas que abrieron para brindarles protección. «Trabajaron mucho, y ahora están cansados. Se encuentran bien, están serenos; la demostración es que están aquí desde hace 10-15 años. Desde que llegan aquí, su vida se alarga», precisa sor Filomena, tras indicar que en los últimos años el número de las peticiones para recibirlos en su estructura se disparó.

Religiosas en Benín asisten a ancianos

Las religiosas de la congregación Pequeñas Hermanas de los Pobres, que se encuentran en misión en Benín, asisten a ancianos indigentes o abandonados en 2 casas que abrieron para brindarles protección. Las monjas cuentan con una de las casas en Tokan-Calavi, en la periferia de Cotonou, dedicada a los ancianos, y también en Porto Novo. La casa de las religiosas en Benín, donde asisten a ancianos, recibe la visita de muchos benefactores y amigos, pero raramente de los familiares de los huéspedes.

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«Trabajaron mucho, y ahora están cansados. Y nosotros estamos aquí para mostrarles que se puede dar gratuitamente y por amor. Con nosotros viven un cierto bienestar. Se encuentran bien, están serenos; la demostración es que están aquí desde hace 10-15 años. Desde que llegan aquí, su vida se alarga», precisa sor Filomena, quien indicó que sintió la llamada para servir al Señor con 14 años, cuando fue a visitar la casa de las Pequeñas Hermanas con un sacerdote de su parroquia. Explicó que fue allí donde entendió «el gusto de dar la vida para servir a los demás».

Sor Filomena, junto a las otras hermanas de la comunidad, trata de animar a sus huéspedes. «Siempre buscamos transmitirles el gusto de la vida, hacerles reflorecer y aprovechar la vida y las fuerza que el Señor les dona porque para los ancianos es fácil creer que ya no son capaces de hacer nada. Sin embargo, es importante hacerles entender que todavía son capaces de hacer cosas», sostuvo. «La vida cambió de forma radical y lamentablemente muchos hijos tienen compromisos tales que nos les consienten cuidar de sus padres. Ellos van a las ciudades y los padres se quedan en los pueblos. A menos que no estén aún a cargo de los padres, son pocos los hijos que se quedan a vivir con ellos», lamentó la monja, tras indicar que en los últimos años el número de las peticiones para recibirlos en su estructura se disparó. «Ya no sabemos cómo hacer», lamentó.

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