¿QUÉ RUPTURA TENEMOS POR DELANTE?.
Continuación de ¿Será el sínodo de la ruptura?.
Por Silvio Pereira.
4. «En un clima orante», la cuarta virtud suplicada. Y otra vez les pido toleren una cita extensa. «La espiritualidad en el camino del Sínodo es relevante. Tenemos que prepararnos con intensa e insistente oración. Porque la clave es escuchar a Dios y escucharlo juntos. Debemos pedir al Espíritu Santo que nos conduzca. Primero será necesario despojarnos de traumas, heridas, caprichos y todo lo que nos impida escuchar de verdad. Debemos abandonar cualquier pretensión de imponer lo nuestro. Simplemente debemos hacernos dóciles y disponibles a la Voluntad de Dios. Y esto no se puede alcanzar sin mucha oración personal y comunitaria, sin frecuente Adoración Eucarística y participación en la Santa Misa, Pascua del Señor.
Por eso personalmente juzgo que aquellos miembros de la comunidad cristiana que mejor cultiven el trato con el Señor estarán más capacitados en el Sínodo para expresar lo que Dios quiere y para escuchar lo que Dios quiere.
Me invito e invito a todos a no ingresar al Sínodo sin cultivar un intenso y cotidiano diálogo con Dios. Sin oración personal y comunitaria sembraríamos confusión y tendríamos escaso discernimiento eclesial. Sin oración haríamos del Sínodo un evento de secularización mundana. El Sínodo depende en gran manera del estado saludable a nivel espiritual de quienes participen».
Paradojalmente, vivimos en una época que busca espiritualidad y en una Iglesia que ha dejado de cultivarla como otrora. Este déficit de ascética y mística vividas con seriedad, esta propensión secularizante a la politización mundana de la vida eclesial, esta encrucijada que emerge en el Sínodo podrá llevarnos a la ruina o extendernos una oportunidad invaluable. Sigo creyendo que en la retirada hacia el desierto de la Contemplación encontraríamos, como siempre ha sido, el mejor contexto para sellar la Alianza.
¿Qué ruptura tenemos por delante?
A esta altura del proceso sinodal parece inevitable algún tipo de ruptura eclesial. De hecho desde mi fuero más íntimo quisiera gritar: «¡Paren el Sínodo! ¡Deténganse! ¡Pongamos este camino en receso, no nos apuremos, hagamos una pausa!». Pero es tan difícil y requeriría un tan alto grado de humildad. Andamos bordeando el precipicio a demasiada velocidad y cualquier llamado de atención, los entusiastas urgidos lo hacen sonar a conservadurismo o cobardía. La caridad fraterna no está fina. La tentación anda libre a sus anchas. ¡Ven. Espíritu Santo!
¿Qué ruptura tenemos por delante? ¡Ojalá fuese una ruptura con esta dinámica secularizante y un retorno al servicio del Depósito de la Fe! Esta ruptura en realidad ya ha sucedido. Hay signos en la Iglesia de personas y comunidades enfocadas en lo que llamaría «la reserva de la Fe». Y para nada identificaría este espectro de pequeñas comunidades por ahora inconexas en la práctica, pero comunicadas subterráneamente en el Agua Viva del único y mismo Espíritu, con los mal catalogados conservadores o tradicionalistas. No se trata ya de conservadores y progresistas, sino de fidelidad o infidelidad a la Revelación de Dios. Más aún, se trata de la profesión de una soteriología intramundana, restringida y que no supera el horizonte del mundo y de la historia; o de una soteriología íntegra o trascendente, que sin negar el peso de la historia, peregrina ardientemente hacia la Gloria. El tema de fondo a mi ver es que la Iglesia contemporánea se halla profundamente dividida acerca del modo de concebir la Salvación de Dios.
¿Qué ruptura tenemos por delante? Existe la posibilidad de una ruptura y escisión formal de algún sector. Incluso acecha el temor que Roma, guardiana de la Fe y por tanto de la Unidad, pueda degradarse en Babel y que el mismo ministerio Petrino quede afectado. Tal desafortunada ocasión marcaría un antes y después y extremaría las oposiciones. ¿Acaso de nuevo haremos la traumática experiencia de dos Papas reinantes en paralelo? ¿En serio tendremos en el futuro que decidirnos acerca de quién es el auténtico? Y si las cosas no fuesen llevadas hasta el punto de tamaña ruptura, existe la posibilidad que la hemorragia se prolongue largamente en lo que algún autor ya ha llamado «la guerra civil interna» de la Iglesia. Seguramente las persecuciones contra la Fe ya no habrá que esperarlas solo desde fuera. Y aunque el panorama parezca demasiado apocalíptico, todo depende de hasta dónde quieran llevar los Padres sinodales este Sínodo. Por ahora la barca cruje y el agua entra inundándola.
¿Qué ruptura tenemos por delante? El error y la herejía vuelven a infectar pestilentes el cuerpo eclesial. Se presentan seductores y bajo camuflaje falso de Evangelio. Como otros también me inclino a sostener que tenemos por delante un nuevo período arriano, una presentación de Jesucristo que niegue su Divinidad o la piense como disminuida o de orden no absoluto o exclusivo. En este caso no parece un problema de teología intratrinitaria, sino la postulación de un Jesucristo compatible y emparejado a otras divinidades, de tal forma que se pueda difundir una nueva religión global, de diseño plural y sincretista, claro con teología de cuño relativista.
¿Qué ruptura tenemos por delante? Aún no lo sé, se está decidiendo en tiempos inminentes. Pero sin duda algún tipo de ruptura será la consecuencia de haber permitido reingresar el humo de Satanás en el recinto de la Santa Iglesia.
¿QUÉ RUPTURA TENEMOS POR DELANTE? 4 Y CONCLUSIÓN. Por Silvio Pereira.
El Padre Silvio Dante Pereira Carro es también autor del blog Manantial de Contemplación. Escritos espirituales y florecillas de oración personal.
Porque se cancelan sacerdotes inocentes que no han hecho nada malo y quiénes los están persiguiendo son sus propios Obispos y por otro lado se tolera a cualquier sacerdote que haga cualquier tontería ? Eso es trigo y zizaña.
Esto de que cancela se puede corroborar.