Párroco que contrajo coronavirus denuncia la dramática situación de un templo histórico que se cae a pedazos en Buenos Aires

El párroco de Nuestra Señora de Montserrat, Martín Panatti, reiteró que el presupuesto que requiere para el mantenimiento del templo histórico de la Ciudad de Buenos Aires es de 250.000 pesos por mes, lo cual es muy difícil generar en el contexto de aislamiento por la pandemia. "Me puse personalmente a hacer el reparto de comida para la gente que está viviendo en la calle y supongo que me contagié -de coronavirus- en esas idas y venidas", indicó Panatti, que atraviesa un cuadro leve de COVID-19.

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Parroquia Nuestra Señora de Montserrat, monumento histórico. Foto: Infobae/Nicolás Stulberg.

El párroco de Nuestra Señora de Montserrat, uno de los templos más antiguos de la Ciudad de Buenos Aires, Martín Panatti, de 48 años, precisó la dramática situación que padece la comunidad y el templo que es monumento histórico que se cae a pedazos, y que apenas logra sostener la obra y la escuela parroquial, tal como relató a Claudia Peiró para Infobae en charla telefónica desde la casa de sus padres donde atraviesa un cuadro leve de coronavirus. La iglesia, que está ubicada en avenida Belgrano 1151, entre Salta y Lima, fue construida en 1755 por un chacarero catalán, Juan Pedro Sierra, que trajo de España la devoción a la virgen morena de Monserrat, patrona de Cataluña. Fue declarada monumento histórico, por lo cual depende de la Dirección Nacional de Arquitectura, que se encuentra en la órbita del Ministro de Obras Públicas. En 1979 se realizó por la última vez una licitación para la refacción del templo, pero no prosperó. El deterioro del templo viene de hace tiempo, pero la cuarentena agravó la situación financiera de la parroquia que se sostiene con donaciones y ofrendas.

«No sólo en las villas asistimos a los pobres; en este barrio hay mucha gente viviendo en la calle. Paradójicamente, mi parroquia está justo a la vuelta del Ministerio de Acción Social, pero en los alrededores está lleno de gente tirada en la vereda, sin hogar, a la que nosotros asistimos», precisó. «El que entra a la Iglesia y la ve llena de andamios, piensa ‘qué bien, la están restaurando’, pero nada de eso, son apuntalamientos que se han ido haciendo para prevenir derrumbes», explicó el presbítero que llegó a la comunidad con la cuarentena, después que el cardenal y arzobispo de Buenos Aires, Mario Poli, le pidió que se hiciera cargo de la parroquia Nuestra Señora de Montserrat, tras 7 años en la Iglesia Nuestra Señora del Buen Consejo en Floresta. «Una señora me entregó las llaves y 12.000 pesos; eran todos los fondos de la parroquia que para su mantenimiento mensual necesita más de 200.000», lamentó. Por otro lado, el párroco aseguró que los fieles que se ocupan de darles de comer a los pobres del barrio son personas mayores, voluntarias de Caritas, por lo que se aislaron por prevención frente al coronavirus. «Me puse yo personalmente a hacer el reparto de comida para la gente que está viviendo en la calle y supongo que me contagié -de coronavirus- en esas idas y venidas. El 29 de junio tuve fiebre. Se activó el protocolo y era COVID-19 así que me aislé en la casa de mis padres a los que ya había contagiado, por otra parte. Afortunadamente están bien, les acaban de dar el alta luego de una semana de internación, por prevención. Yo estoy esperando un test para ver si ya lo superé», sostuvo, al reiterar que pese a su contagio, la parroquia no dejó de asistir a las personas que dependen de ellos para comer.

Frente al este contexto, Panatti no pudo ni siquiera instalarse en la casa parroquial, donde el gas está cortado porque hay una pérdida. «El tema es que cualquier reparación son metros y metros de caños y hasta que no termine el aislamiento no puedo pensar en encarar nada. ¿Cómo le pago al que viene a romper para buscar la pérdida? Eso sí, no he logrado que dejen de cobrarme el gas y la luz. Me he cansado de explicarles que no hay ningún consumo, me siguen cobrando como si nada», enfatizó el sacerdote. Por otro lado, afirmó que la escuela de la parroquia, con nivel inicial y primaria, existe desde hace 135 años, y a ella asisten chicos de familias humildes de la zona como lo son encargados de edificios, vendedores ambulantes, inmigrantes, que viven en las pensiones del barrio. Al volver a hablar del templo histórico, reiteró que el presupuesto que requiere para el mantenimiento es de 250.000 pesos por mes, lo cual es muy difícil generar en este contexto, sin mencionar las reparaciones. «La gente cree que el Estado sostiene a las Iglesias y eso es totalmente falso. Las parroquias nos tenemos que autosustentar», ratificó. Desde que llegó, logró que 2 empresarios católicos de la zona, Unitan (productores de tanino) y Cromosol (autopartes), realicen un aporte mensual. Actualmente, el párroco apunta hacia los sectores que no se vieron afectados en su actividad con la cuarentena por el coronavirus como las empresas de los rubros alimentación y farmacia.

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