EL SACERDOTE Y EL CUIDADO DE LA PROPIA SALUD (2).

Continuación de El sacerdote y el cuidado de la propia salud (1).

Por Alejandro Antonio Zelaya.

La ‘cura’ del ‘cura’ para ser ‘curado’

Tomemos, por ejemplo, la palabra ‘cura’ en italiano. En dicha lengua significa ‘cuidado’, ‘tratamiento’. ‘Curare’ quiere decir entonces ‘cuidar’. Es lo que constantemente nos pide el Papa: cuidar al hombre, cuidar la naturaleza.

Queremos tomar conciencia de que, para poder desempeñar su misión, el cura-sacerdote necesita de ‘cura’, cuidado, atención de otros bautizados que junto con él, y como él, caminan como Pueblo de Dios, todos con distintas vocaciones, pero todos juntos como Pueblo peregrino hacia la Jerusalén Celestial. Y es sumamente importante reconocer que muchas veces nos olvidamos; no nos damos cuenta que nuestro hermano-sacerdote, también cristiano y bautizado con el sacerdocio común de los fieles, como todo el Pueblo de Dios, necesita de cuidados en su salud, simple y sencillamente porque es un ser humano, una persona, un hijo de Dios que pertenece al Pueblo de Dios, igual que yo, un hermano mío, otro como yo.

El Papa nos dice también que en esto tiempos de pandemia se nos está enseñando a mirar la enfermedad como un fenómeno global que no es sólo individual, y nos invita a reflexionar «sobre otros tipos de patología que amenazan la humanidad y el mundo, a saber: el individualismo y la indiferencia». «Para sanar este virus social el antídoto es la cultura de la fraternidad fundada en la consciencia de que todos somos iguales como personas humanas, todos iguales, hijos de un único Padre», nos expresaba también en la webinar del 10 de febrero pasado.

Gracias a Dios, conozco muy buenos ejemplos y experiencias en algunas diócesis, las cuales ayudan a sus propios sacerdotes, cuyos ingresos son tan, que no pueden acceder a pagar una obra social. ¡Conozco tantos esfuerzos de tantas diócesis! También de hermanos presbíteros que asumen a otro hermano cura que está pasando una situación de enfermedad, se hacen cargo de él y su dolencia, llevándolo a su parroquia a convivir cotidianamente con él, en el caso de que la enfermedad lo permita y no se requiera de una internación. Como el buen samaritano, el hermano se hace cargo de su hermano-cura e involucra también a laicos de su comunidad para la atención del sacerdote. Éstos lo reciben con tanto cariño en su comunidad parroquial que ese mismo amor fraterno va sanando al sacerdote. El afecto, la contención y la caridad lo sanan. He visto ejemplos de esto, gracias a Dios.

En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros (Jn 13, 35)

Equipos de salud en las comunidades parroquiales y en la Iglesia en general

En mi experiencia de acompañar sacerdotes, en muchas oportunidades he podido observar la necesidad en las parroquias de armar algún equipo de personas que voluntariamente ayuden a sostener y cuidar al sacerdote en su enfermedad. A veces la conformación de este ‘equipo sanitario’ —llamémoslo así— podrá costar más o menos esfuerzo y depende también del grado de vinculación y exposición que el sacerdote desee tener con estas personas de su misma comunidad. A veces se sentirá más seguro o contenido quizás con algunos laicos o también con determinados sacerdotes amigos y hermanos en el presbiterio. El enfermo-sacerdote se siente débil y necesita cuidado y cobijamiento físico, psíquico y espiritual. A esto no lo puede cubrir solamente una persona por más buena voluntad que tuviere, sino que es necesario muchas veces un equipo que lo contenga y acompañe. Una mirada sinodal y de equipo nos ayuda mucho en la Iglesia y puede sostener y acompañar al sacerdote en situación de enfermedad.

Quizás para algunos obispos esta idea del equipo de salud en las parroquias constituya un posible camino para que sus sacerdotes puedan seguir en su ambiente y casa parroquial, cuando no necesiten una internación. Los hermanos curas así estarán contenidos y asistidos en su proceso de recuperación sin la necesidad de ser excluidos de su ambiente cotidiano, de su comunidad que le brinda calor y contención. Es hora de armar equipos de salud en las parroquias y en la Iglesia en general.

Gracias a Dios, he tenido la oportunidad de conocer en algunas diócesis algunas experiencias. Por ejemplo: un sacerdote párroco acude a un médico de confianza, laico integrante de su comunidad para que le haga un seguimiento sobre el parecer y tratamiento de los médicos de la clínica donde el hermano cura alguna vez estuvo internado. Al compartirlo fraternalmente con el laico amigo de su comunidad, tiene una ayuda más para ser sostenido, apoyado y acompañado en su salud por otro hermano de su misma comunidad. Por otro lado, el párroco cada vez que tiene turno en la misma, lo lleva otro sacerdote.

También he tenido la oportunidad de ver en un seminario de una diócesis cómo se generó un equipo de atención. Voluntariamente algunos seminaristas se ofrecieron inicial para sostener y ayudar a cuidar a un sacerdote profesor y director espiritual de esa misma Casa de formación inicial, hasta que llegó la hora de su internación en una institución, ya que necesitaba cuidados más específicos acordes a su enfermedad. También conozco un sacerdote que en su parroquia asiste y acompaña al ex-párroco de esa misma comunidad en sus enfermedades y debilidades propias de la ancianidad, con la ayuda de laicos.

Sin duda, esto a veces requiere lo que el Papa pide en este mismo mensaje del video: ‘escuchar al enfermo, tenerle paciencia, cuidarlo’. Este mismo Cristo-enfermo puede ser el cura de mi parroquia, o mi hermano en el presbiterio, o mi obispo, y requiere de la misma caridad del buen samaritano, de la misma fraternidad que empieza ‘ad-intra’ en nuestra Familia de la Iglesia donde somos todos hermanos, hijos de un único Padre. Fratelli tutti tenemos que empezar a aplicarlo desde casa, dentro de la misma Iglesia. Indudablemente, esto será un vivir más profundamente el Evangelio, y caminaremos más firmes y decididos por las sendas del amor a Jesús que nos dice: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado (Jn 15, 12).

El padre Alejandro Antonio Zelaya es licenciado en Psicología y miembro del Equipo de Formación Permanente del Clero de la diócesis de Avellaneda-Lanús.

EL SACERDOTE Y EL CUIDADO DE LA PROPIA SALUD (2).

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