BENEDICTO Y MESSI: DOS CRACKS.

Por Juan María Gallardo.

En la Iglesia todos estamos llamados a la santidad. Cada uno en su ambiente y en su trabajo: papas y futbolistas, por ejemplo. Todos y cada uno tenemos que multiplicar los talentos que Dios nos dio.

Las percepciones son siempre muy personales. Cuanto más se conoce a una persona la percepción está más cerca de la realidad. Cuando la persona es pública y se la conoce por los medios de comunicación esa percepción puede estar más lejos de la verdad… Con Benedicto XVI —con el cardenal Ratzinger— estuve en una Misa y en un encuentro con gente del Opus Dei, en Roma. A Messi nunca lo vi en vivo y en directo.

Alguno pensará —y quizás tenga razón— que es un disparate compararlos o relacionarlos. «Estás comparando el asado con la velocidad», podría decir. Asumiendo ese riesgo, me animo a escribir mi percepción de algunas semejanzas de estos dos cracks.

Ambos «sucedieron» a dos «monstruos» en su rubro: San Juan Pablo II y Diego Armando. Son de perfil bajo, poco habladores y nada amantes de las cámaras o de figurar.

Muchos, por lo menos al principio de su trayectoria, no creyeron en ellos y tuvieron palabras muy injustas.

El trabajo responsable y la humildad también los caracterizan.

Messi tiene tatuado en la piel su amor a Jesucristo y a su mujer, Antonela; también un rosario a su madre y a sus hijos. Es significativo que la primera encíclica del papa fuera sobre el amor. El amor de Dios y a Dios; el amor al prójimo y la caridad.

Messi ha reconocido muchas veces que recibió, de Dios, su don; y ha sido siempre muy agradecido con Él. Benedicto, con espíritu de sacrificio y asumiendo tareas que humanamente no le gustaban, buscó siempre lo mejor para los «fans de la Iglesia» y para todos.

Con su carisma, Lionel revolucionó la Argentina y el mundo del fútbol; desde joven, Ioseph, buscó revolucionariamente la verdad en la Teología y, siendo grande, —como un revolucionario— renunció al papado.

Recopilaciones de videos muestran que el futbolista —que no se cree estrella— no se molesta cuando chicos o hinchas aparecen invadiendo la cancha para pedirle un abrazo o autógrafo. El Vicecristo en la tierra tuvo un tremendo magnetismo con los jóvenes, que se manifestó especialmente en las Jornada Mundiales para ellos, donde los invitó a dialogar con Dios, a contarle las alegrías y tristezas, a ir a Misa los domingos, a conocer la fe, a ser útiles, etcétera.

Los dos me robaron el corazón y los quiero de ejemplo para mí y para todos. El mundo sería mucho más humano si nos pareciéramos a ellos. También los argentinos estamos llamados a cambiar y mejorar: cada uno personalmente y como nación. ¿Cómo podemos hacerlo? Desde su lugar, estos cracks nos orientan e interpelan:

  • Buscando la verdad verdadera y no la del opio de la mentira de la ideología de la dictadura del relativismo. No cediendo al engaño de hacer lo «políticamente correcto» cuando es éticamente incorrecto.
  • Superando la cultura de «lo atamos con alambre» pues, improvisar, es una virtud en casos de necesidad pero no podemos pasarnos la vida improvisando.
  • Los éxitos y buenos resultados serán consecuencia del trabajo y del esfuerzo.
  • Superando la trampita o «la avivada piola» y haciendo las cosas bien por amor a Dios, al país y a los demás.
  • Siendo quienes debemos ser y no creernos los mejores en todo… incapacitándonos para seguir aprendiendo —humildemente— de los demás.
  • Sin bajar los brazos con las derrotas y volviendo a empezar, todas las veces que sea necesario, aunque cueste.

Un nuevo año comienza. Una buena oportunidad para proponernos excelentes objetivos; con acciones concretas que nos lleven a esos fines. Pensemos ¿cuál será nuestro legado? ¿qué voy a dejar cuando me llamen? Ojalá —¡Dios quiera!— consigamos ser felices haciendo feliz a Dios y a los demás. Él y la patria nos lo demandan.

Benedicto XVI: ¡santo ya!; ruega por nosotros.

BENEDICTO Y MESSI: DOS CRACKS.

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