El obispo de Reconquista, Ángel Macín, precisó que «no hay redención si no se pasa por la cruz», en una reciente meditación pastoral en torno a la pandemia, al referirse en el cuarto punto de su reflexión a «la cruz, como ‘lugar’ de superación del sufrimiento». Afirmó que «para poder dejarnos salvar por Jesús y superar el mal desde su raíz, tenemos que aceptar y reconocer que estamos crucificados, y entonces podremos ser arrancados del abismo de la muerte».
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Suscríbase al boletín de VenL«No hay redención si no se pasa por la cruz», indicó el obispo Macín, al explicar que «la cuestión es que no se trata de una afirmación teórica», puesto que «esto se da existencialmente». «Por eso la cruz, entre otras cosas, es un lugar por donde tenemos que pasar, quizá más de una vez, para alcanzar la vida plena que nos ofrece Cristo Crucificado. Es el lugar donde aparecen los hermanos que están cerca y no la están pasando bien. Esta lectura de la Parábola del Buen Samaritano se ve iluminada de un modo más amplio por la escena del juicio final de Mt 25,31-46, cuando se dice que Cristo está presente en los crucificados de este mundo», sostuvo.
Enfatizó que «la centralidad de la cruz en la vida cristiana, como lugar teológico por excelencia, lo han descubierto y comprendido diferentes autores en la historia del cristianismo». «Comenzando por Pablo, quien dice con toda claridad: Nosotros predicamos a un Cristo crucificado, escándalo para los judíos, locura para los griegos, más para los llamados, lo mismo judíos que griegos, un Cristo, fuerza y sabiduría de Dios», citó. «Desde un punto de vista cristiano, no podremos superar la crisis de la pandemia y sus consecuencias sin acudir a la cruz, como instrumento de salvación», indicó el prelado.
En el último punto de su reflexión se refirió también al «sufrimiento desde una perspectiva social», en el que consideró que «nuestra Iglesia tendrá que asumir un rostro samaritano cada vez de un modo más patente». «Será, entonces, indispensable que recupere la conciencia de que en su seno conserva el tesoro escondido, el aceite del consuelo, de la salud, de la salvación, y el vino de la esperanza, de la alegría, de la fiesta, dones para ofrecer a una humanidad doliente, crucificada con Cristo, quien ahora vive por los siglos de los siglos», aseguró Macín.
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